viernes, noviembre 11, 2005

Secuencia 3

La Sentencia fue firme de un mazazo del Juez sobre su mesa, era CONDENADO A MUERTE. Mi cara palideció y agache la cabeza, mientras mi abogado me repetía con insistencia:

–Hijo, haré todo lo posible para que te libres de la silla eléctrica, recurriré y si hace falta llevare tu caso hasta el Senado. No te preocupes...

Esa era la única esperanza que tenia. Pero ya todo me daba igual, habia tocado fondo en la desesperación y esto era algo que sabia que tenia que llegar.

miércoles, noviembre 02, 2005

Secuencia 2

El viaje fue largo, entre baches y el olor desagradable del furgón que me llevaba a mi merecido destino. La dureza con la que me trataron los agentes produjo en mí severos moratones, y a pesar de mis esfuerzos con un pañuelo a modo de torniquete, esa herida en mi brazo no dejaba de sangrar.


Secuencias de mi pasado me seguían atormentándome. Pensé mil veces en volver atrás en el tiempo. Ciertamente no estuve en el momento ni el lugar adecuado, y caí en la trampa de dejarme arrastrar hacia el mal. Pero la vida son decisiones, y cuando acumulas una serie de malas decisiones continuadas acabas encontrándote con las consecuencias de golpe. Desde lo más profundo de mi corazón aquella noche lloré, o quizá desde eso que algunos llaman alma.

Un poco más tarde levanté la cabeza y vi que no estaba solo. Había gente a mi alrededor, gente a la que la vida había desgastado y echo perder todo respeto hacia sí mismos y hacia todo lo que les rodeaba. A mi lado un vagabundo, un hombre gastado por el tiempo y la calle, me habló:

-Chico, ¿quién te dejó así?

Y soltó unos cuantos juramentos hacia aquellos que me habían detenido.

Justo en ese momento el furgón se detuvo y la puerta se abrió. Al salir observé como brillaba la luna, luna llena. La miré con cierta amargura, no sabía cuando la vería en libertad.

Continuará…

viernes, octubre 28, 2005

Secuencia 1

Con un latido que me traspasó el pecho únicamente mis pies reaccionaron, y huí. Sí, huí, y ya no hay solución.

Era un sentimiento de desesperación mezclado con miles de pensamientos que como clavos puntiagudos machacaban mi mente, reflejándose en mi cuerpo cansado y frágil. ¿Qué había ganado con huir si mi conciencia, como un juez, ya me había condenado? Me había expulsado del mundo de las Conciencias Limpias entrando así en el Mar de la Intranquilidad, pasando por el Desierto de la Desesperación para acabar sumiéndome en un sueño profundo entre cartones en una cuidad grande e ingrata. Tan profundo que no me di cuenta de que mis manos estaban siendo esposadas con dureza produciéndome un agudo dolor. El agente de la ley me dijo:

-Muchacho, ha llegado el momento de que rindas cuentas con la Justicia.

Agaché la cabeza con resignación. No había opción. Había llegado el momento en el que sería justamente condenado.

Continuara..